miércoles, 29 de junio de 2011

Sobre las movilizaciones.




Es notable la interpretación que los medios de comunicación de masas hacen respecto a la movilización popular que ocupa nuestras calles. Desde la agonía medioambiental por la patagonia y la amenaza de los capitales transnacionales de la electricidad, que buscan monopolizar el agua, de todos los chilenos, hasta la rebeldía audaz de los jóvenes secundarios, pasando por un movimiento universitario que une a estudiantes, profesores e incluso rectores para cuestionar un sistema educacional que se funda sobre la base del “negocio” y de la mala calidad. Los medios reaccionan interpretando esta efervescencia como un hecho noticioso, pero carente de profundidad histórica. La verdad es que al igual que el gobierno y la oposición se equivocan.

Mas allá de las movilizaciones obtengan objetivos concretos, cuestión muy probable, o fracasaran estrepitosamente, sin lograr los fines demandados, asistimos a un fenómeno mucho mayor de nuestra vida ciudadana en esta “común-unidad” que llamamos Chile.

El gobierno y los partidos asisten como actores secundarios a esta protesta generalizada, diseñando estrategias improvisadas para dar cuenta de esta notable autonomía de lo social ciudadano. ¿Es un triunfo de la ideología medioambientalista?, sin dudas si, pero no solo eso. Y cometerían un grave error de diagnostico sus brillantes lideres si lo interpretaran así. ¿Es un cuestionamiento de fondo al modelo económico? Cabe aquí la misma respuesta. Las interpretaciones de menor envergadura que solo ven en este fenómeno un fracaso del gobierno se alejan mas aun de una interpretación que de cuenta de esta “efervescencia”.

La crisis de representación política que esta a la base del “malestar de las masas” que salen a la calle, enarbolando un ramillete de consignas imprecisas y que carecen de una alternativa que incluso ayude a una negociación como salida a la tensión, marcando alguna dirección, demuestra que es un malestar profundo, pero con altos grado de incertidumbre. Si bien esta no es una crisis revolucionaria. Si puede constituirse como una base de modelación de actitudes que permitan un cambio histórico en Chile. Por si mismas no harán el trabajo. Pero se equivocan quienes piensan que después de estas protestas Chile continúa igual.

La pregunta a la mal llamada clase política radica en un tema que ha sido estigmatizado por ella misma, su capacidad creadora para ofrecer cambios en su propia área, el campo de las denominadas reformas políticas.

Para la derecha esto constituye una derrota ideológica difícil de aceptar, pero que tiene en su base una precipitación impulsada por su propio discurso, oponiéndose a las reformas políticas: los problemas de la gente. Pues ahí están los problemas de la gente, centenares de miles de chilenos movilizándose enérgicamente, por temas considerados, en cualquier parte del mundo y época como importantes, y vendrán más.

Desde el régimen autoritario, han apostado por limitar la participación política y minimizar la actividad política, por considerarla fuente de critica al modelo de acumulación inherente al desarrollo capitalista, limitar la capacidad de acción del estado como fuente de desequilibrios e intentar liberar la vida económica y social a la hachón orientadora del mercado. De hecho sus ideólogos participaron en l diseño constitucional, con mecanismos de estrangulamiento de actividad política, mas precisamente de los partidos. Aún subsiste un sistema de participación electoral excluyente y un sistema binominal que asegura capacidad de veto parlamentario a la minoría limitando el pluralismo de pasada. Si agregamos a esto la responsabilidad compartida de los sectores dominantes de nuestra sociedad, evitando activamente la formación cívica como un requisito del desarrollo democrático y de la educación, tenemos una combinación explosiva.

Nuestra democracia, vuelve a estar en riesgo, esta vez no por el peligro del autoritarismo como amenaza directa, sino por su incapacidad de legitimarse frente a un descontento creciente. Deslegitimación que procede de su falsificación en los hechos. Nuestra democracia o se democratiza o perece abriendo paso a alternativas autoritarias. O gobierna la democracia o viene el desgobierno. La utopía de los poderes facticos es solo posible sin democracia.

Es notable que ante el fracaso de un dialogo gobierno oposición la vocera de gobierno acuse a la oposición de solo estar interesados en reformas políticas. Más notable aun que la oposición se sieta insultada o acusada injustamente, cuando una crisis de representación, como la que se va gestando en Chile, amerita al menos eso: Reformas políticas.

Para la oposición el panorama no es mejor, solo la oposición concertacionista es capaz de tener mayor rechazo que el propio gobierno. En una confusión, sin precedentes aparece ridícula ante la opinión pública intentando liderar un proceso, que no ha gestado ni que es capaz de conducir ni gestar. Solo el gobierno en su imaginación, puede pensar que estas protestas son producto de un maquiavelismo concertacionista. Ya quisiera la Concertación tener ese poder. Ni los comunistas pueden emular al Pinochet de la transición que declaraba ser el único capaz de gestar una insurrección y al mismo tiempo controlarla. Este movimiento social, se desarrolla a pesar de los partidos.

Derechas e izquierdas, mas allá de sus crisis de liderazgo y el vacío imaginativo que demuestran, deben asumir que incluso en un modelo de “desarrollo” que se basa en la acumulación, el campo político juega un rol relevante para mediar las necesidades e intereses de las grandes mayorías, y al mismo tiempo para generar los espacios de libertad y creación cultural que permiten la innovación y motivación de los pueblos imprescindibles para su estabilidad. La inequidad social que existe en Chile solo puede ser procesada por la profundización democrática y el fortalecimiento de la sociedad. En síntesis, si queremos desarrollo económico y humano requerimos, mejor política y mas democracia, lo otro es una renuncia a nuestro futuro histórico.